La primera vez que mi hijo vio una escalera (ese invento diabólico que te lleva andando desde un piso a otro de un edificio) tenía casi 2 años. Era la escalera de baldosas azules que nos llevaba desde la recepción hasta la primera planta del hotel dónde teníamos la habitación.
Estuvo una semana sin acercarse a menos de un metro de ella.
Corría por el pasillo de la primera planta feliz como una perdiz, hasta que nos acercábamos a la escalera. A un metro de donde empezaba el primer peldaño se paraba en seco, ponía morritos y levantaba los brazos para que lo cogieras en brazos. Mientras bajaba con él en brazos estaba serio mirando totalmente fascinado como yo movía las piernas y los pies y bajaba por ella. Si con una mano o un brazo le tapabas la visión te lo apartaba con un gruñido.
Una semana después de descubrir la escalera decidió acercarse. Fue en la recepción de subida y la subió entera a gatas. Una vez arriba se giró y empezó a bajarla de pie mientras mi madre intentaba darle la mano para que no cayera de cabeza. Se pasó la tarde en la escalera, subiendo y bajando.
Lo tengo filmado en video.
Adoptar tiene esta cosa fascinante de estar cuando tu hijo ve por primera vez una cosa y a una edad a la que otros niños la han visto mil veces y, aunque nunca hayan subido solos una escalera, no les sorprende ni fascina.
El primer viaje en coche, la primera vez que ven el mar, la primera fresa, el primer camión, el primer camarero trayendo comida en un restaurante, el primer helado…
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¡no lo había pensado!
Una escalera… ¡Qué simbólico! El medio que conduce de un lugar a otro distinto…
Me estreno comentando aquí.
Creo que a veces perdemos de vista la cantidad de estímulos que puede llegar a suponer nuestro mundo para niños que han vivido en un entorno tan limitado a nivel sensorial. Muchos no han salido a la calle, pero no sólo esto, han estado la mayor parte de su vida encerrados en una habitación en penumbra, en la que había poco que ver, pocos sonidos…
Frente a esto, algunos niños se vuelven como locos (y por esto hay tantos diagnósticos de hiperactividad en niños provenientes de adopción) y otros optan por desconectar, por ejemplo, durmiendo un montón de horas al día…
yo también me acuerdo la primera vez que lo saqué al jardín y le tocó la brisa… saco la lengua pq se pensaba que era la comida y se quedo todo desconcertado cuando no le puse le biberón… y muchos meses más tarde, cuando ya andaba, aún cuando hacía viento salia corriendo gritando tocandose la cabeza pq se le movía el pelo y le molestaba…
yo recuerdo el primer día que bajé con él al jardín de la crèche. La primera vez que mi hijo salía de las cuatro paredes de su casita para los niños. La primera vez que la brisa le hacía cosquillas en la cara. Todavía recuerdo la expresión de placer y sorpresa en su rostro tan serio…
no nos damos cuenta muchas veces que la mayoría de cosas que para otros niños son “normales” y a las que no prestan atención pq las han conocido siempre, nuestros niños no las conocen y tiene algo de magia o hasta brujería para ellos… ¡qué caritas ponen pobrecitos!
Qué bonitos recuerdos!!
Cabrera Infante, el Nobel de literatura cubano, contaba en uno de sus libros (creo que era “Cine o Sardina”, pero no estoy segura) cuando, al llegar a los 7 años a la Habana desde el campo, vio por primera vez una escalera y lo mucho que le fascinó… no he podido evitar pensar en esa escena (que me impresionó mucho) cuando he leído este post.